Contexto histórico del Sitio de Tarifa

Juan A. Patrón Sandoval

Tras ser rechazados a las puertas de Andalucía en el año 1808 en la célebre Batalla de Bailén, las tropas francesas del rey intruso José Napoleón no se decidirían a la invasión de esta parte de España hasta comienzos de 1810. Derrotadas el 20 de enero las tropas españolas en las líneas defensivas de Sierra Morena, el avance de los imperiales fue arrollador, hasta el punto que a mediados del mes de febrero sus avanzadas ya habían ocupado el Campo de Gibraltar llegando a Tarifa aunque sin tomarla. Se limitaron entonces a sacar ganados y recla mar provisiones y dinero para las fuerzas que por aquel entonces comenzaban el largo asedio de Cádiz, donde se había refugiado el Gobierno español.

Los días 13 y 14 de marzo siguientes los tarifeños se levantaron por primera vez en armas contra los franceses enfrentándose en el combate llamado de La Torre de la Peña, donde un contingente de unos 1.500 paisanos armados fueron derrotados por tropas de infantería y caballería francesas al mando del coronel Farine. De nuevo los imperiales se acercaron a los muros de Tarifa y se limitaron a sacar dinero y provisiones de la ciudad sin llegar a ocuparla.

Pero la importancia de Tarifa era tal que el mariscal francés que gobernaba en Andalucía, Jean de Dieu Soult, quería dotarla de una guarnición permanente para convertirla en una base de corsarios en el Estrecho y punto de entrada de provisiones desde el norte de Marruecos. Conocedor del riesgo que corría la plaza, el entonces gobernador británico de Gibraltar, el mayor general Colin Campbell, envió el 14 de abril de 1810 un destacamento de tropas británicas para que defendieran la plaza de los franceses, lo que hicieron el día 21 de abril en lo que fue el primer intento serio de los napoleónicos por ocupar la plaza de Tarifa de forma permanente. Las tropas aliadas, ayudadas por el paisanaje de Tarifa, rechazaron entonces a la columna francesa compuesta de 1.000 infantes. En su huída, de nuevo robaron de los cortijos inmediatos un gran número de cabezas de ganado de los campos de Tarifa.

El mariscal Soult no abandonó nunca la idea de ocupar Tarifa y en vista de que nuestra plaza, por su proximidad a Cádiz y a medio camino de Gibraltar, se utilizaba muy fácilmente como base de operaciones para cualquier empresa que se intentase desde la isla gaditana y desde aquí se podía atacar por la espalda a las fuerzas que la sitiaban, sirviendo sus campos de aprovisionamiento para la ciudad de Cádiz, recuperó en el verano de 1811 su propósito de establecer una base de corsarios y conseguir suministros de Marruecos para sus tropas, para lo cual ordenó al general de división Deo Gratias Nicolas Godinot a que tomara la plaza y acabara con el nuevo comandante general del Campo de Gibraltar, el general español Francisco Ballesteros.

Lo intentó el general Godinot en octubre de 1811 pero su columna no consiguió siquiera pasar del Boquete de la Torre de la Peña gracias a las lanchas cañoneras británicas apostadas en la playa. Derrotado, tras su vuelta a Sevilla, Godinot fue arrestado, suicidándose de un tiro ante los reproches que le hizo su superior el mariscal Soult.

No cejó en su empeño el mariscal francés e inmediatamente envió nuevas tropas a la conquista de Tarifa. Encomendó la operación a otro mariscal del Imperio, Claude Victor Perrin, quien dirigía por aquel entonces el Sitio de Cádiz e ideó llevar a cabo la toma de Tarifa con tres columnas imperiales. Una saldría de Málaga, procedente del Cuarto Ejercito francés, para entrar en el Campo de Gibraltar por su flanco oriental. Su primer objetivo sería desbaratar las tropas del gene ral Ballesteros y si este general – como hiciera en ocasiones anteriores – se acogía a la protección de las baterías del Peñón, se situarían frente a él puestos de observación vigilando sus movimientos mientras que el grueso de las fuerzas imperiales francesas proseguiría su marcha para tomar Tarifa.

Las otras dos columnas, pertenecientes al Primer Cuerpo de Ejército y procedentes del norte y el oeste de la provincia, traerían consigo la artillería de sitio necesaria para batir las frágiles murallas que cercaban Tarifa, enlazando con la primera en los contornos de la ciudad y juntas le pondrían sitio hasta tomarla.

El gobierno español de la Regencia, por su parte, envió para reforzar a Ballesteros un contingente de tropas españolas e inglesas al mando del mariscal de campo Francisco de Oliver Copons y Navía y del coronel inglés John Skerrett, ambos jefes establecieron su cuartel general en Tarifa y serían los encargados de su defensa.

Conocedores de que los franceses se dirigían hacia aquí, en la mañana del 18 de diciembre Copons hizo una rápida incursión hasta Puerto Llano y pasado el mediodía estaba de regreso. Desde la tarde del día 17 el enemigo ocupaba posiciones junto a la Torre de la Peña y con una pieza de artillería de pequeño calibre disparó contra las cañoneras surtas en aguas próximas que lo hostilizaban logrando atravesar el estrecho Paso del Boquete de la Peña donde en octubre se lograra rechazar al general francés Godinot.

Mandaban las tropas de asedio los generales Rey, Barrois y Villate, supeditados a las órdenes del general de división Jean François Laval, a quien Víctor había encomendado el desarrollo de las operaciones mientras él permanecía en su cuartel general en el Santuario de la Luz. Las fuerzas atacantes quedaron integradas por hasta 8.000 infantes franceses, incluyendo un contingente polaco del gran ducado de Varsovia, 585 dragones, 469 artilleros y una fuerza heterogénea de soldados ingenieros, zapadores y marinos con un total de 385 efectivos. En total, más de 10.000 hombres.

Por nuestro lado, la guarnición aliada que se aprestaba a defender la plaza estaba al mando del mariscal de campo español Francisco de Copons (quien se había distinguido ya en las batallas de Bailén, Talavera y Tarancón y últimamente en el condado de Niebla) quien junto al coronel inglés Skerrett, del 47 regimiento de infantería de línea, apenas si alcanzaban los 3.500 efectivos para sostener una plaza, cuya defensa era imposible y que sólo estaba protegida por una muralla antigua y poco sólida, mal artillada y dominada completamente por las alturas de los cerros inmediatos. Los franceses, por tanto, superaban en tres veces al número de defensores.

Copons tenía a sus órdenes a poco más de 1.500 infantes de los regimientos de Irlanda, Cantabria y Segundo de Sevilla y apenas si contaba con 10 artilleros. Mientras, el coronel inglés, por su parte, contaba con unos 1.800 infantes, incluidas las fuerzas de la guarnición de Gibraltar y las venidas desde Cádiz, los regimientos 47 de infantería, el 87 irlandés, una compañía del 95 de Rifles y unos 80 artilleros, a los que se sumarían hasta 70 marines de la Royal Navy.

Susceptible la plaza de escasa resistencia por sus viejos y débiles muros a pesar de las reparaciones llevadas a cabo, y obligados los aliados a defenderla hasta las últimas consecuencias, el comandante de ingenieros inglés, Charles Smith ideó el ingenioso plan de defensa interior por el cual se hicieron cortaduras y zanjas en las calles, obstruyéndolas con rejas arrancadas de las ventanas y aspillerando convenientemente en los muros de las casas.

En la costa, una escuadrilla de fuerzas sutiles inglesas y españolas, mandadas estas últimas por un tarifeño, el capitán de fragata Lorenzo María de Parra y Villalba, impediría que los franceses pudieran atacar por aquel lado. El único frente por el que podían asaltar la plaza era el del Retiro.

No consta el número de paisanos que colaboraron con las unidades regulares, pues la mayoría de la población tarifeña o había huido hacia otros lugares o se había refugiado en la isla de Tarifa, sabedores de que la plaza no tenía defensa posible.

El 19 de diciembre el enemigo se presentó a la vista de la plaza y empezó inmediatamente los trabajos de asedio, haciendo trincheras y emplazando sus baterías de sitio con las que rompió el fuego el día 29. Tan continuado y certero fue el bombardeo francés que en la tarde de aquel mismo día quedó ya abierta y practicable una brecha de 300 toesas en la muralla por la parte contigua a la Puerta del Retiro y casi completamente derruido el torreón de Jesús.

Fue entonces cuando el francés Laval, general de división, barón del imperio, oficial mayor de la legión de honor, gran cruz de la orden de Carlos Federico, comandante de las tropas expedicionarias francesas contra Tarifa, ofreció una honrosa capitulación que no fue aceptada por Copons, quien ordenó inmediatamente que se taponara la brecha con colchones y otros enseres.

Se organizaron nuevamente los defensores aliados para el asalto y cubrieron el frente atacado. A la izquierda de la Puerta del Retiro y sobre las murallas del frente del torreón de Jesús, las tropas de los regimientos españoles de Irlanda y Cantabria; y cubriendo la brecha abierta, las compañías de granaderos y cazadores del Segundo Regimiento de Sevilla. Hacia la torre del Corchuelo el frente lo cubrían los aliados británicos del 87, 47 y 95 regimientos británicos, distinguiéndose especialmente los irlandeses del 87 regimiento de infantería al mando del teniente coronel Hugh Gough, quienes defenderían el rastrillo por donde pasaba el arroyo del Retiro y por donde pretendían entrar también los imperiales franceses.

Rechazada por Copons la propuesta de rendirse, en la mañana del 31 se observó que los imperiales se disponían a avanzar siguiendo el curso del arroyo que, desbordado por las intensas lluvias que cayeron durante todo el asedio, arrastraba cuanto encontraba a su paso. Dispuso el enemigo el asalto a la plaza y éste dio comienzo a las 9 de la mañana, momento en el que embistieron la brecha 23 compañías de granaderos y cazadores al mando del general de brigada francés Thomas Jean Chassereaux, apoyadas por las demás fuerzas.

El extraordinario valor y empuje del ejército imperial de Napoleón fue prontamente refrenado por el de los defensores españoles y brit ánicos que, parapetados con colchones y otros materiales en una escarpadura interior detrás de las murallas y en las casas inmediatas, rompieron sobre los enemigos un mortífero fuego de fusilería, produciéndoles en poco tiempo más de 500 bajas. Tras media hora de infructuosos intentos los franceses desistieron del empeño. Escarmentado, no insistió en el ataque y retirándose a su campo, pidiendo Laval un armisticio para poder recoger a los heridos, en cuya tarea les ayudaron nuestros soldados, que recogieron también los del adversario, incluyendo varios oficiales y un coronel de polacos.

Durante todo el asedio, copiosas lluvias vinieron también en auxilio de los defensores, que vieron desde las murallas cómo se anegaban casi completamente los campamentos y trincheras del ejército sitiador que, descorazonado y aburrido, levantó finalmente el campo en la madrugada del 5 de enero con más de 1.000 bajas y dejando abandonadas sus posiciones y toda la artillería pesada, que no pudieron llevarse porque quedó atascada, junto a la mayor parte de las municiones y multitud de otros efectos.

De los 17 días que duró el sitio de Tarifa, 7 de ellos la brecha estuvo practicable y ni aún así los franceses pudieron tomar la plaza. Volverían a intentarlo con la llegada del buen tiempo en primavera, pero para entonces la Guerra estaba ya dando un giro a favor de los aliados.

(Imágenes tomadas de tarifaaldia.com y tarifadirecto.es)

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